http://www.elespectador.com/opinion/desarrollo-economico-construccion-conjunta-respuesta#ancla_opiniones
Cuando se discute sobre cuáles son las áreas en las que la economía colombiana debería enfocarse frente a una planeación estratégica, surgen muchos desafíos.
Para poder convertir esos desafíos en oportunidades y para cerrar las brechas en materia económica y social, es necesario que tanto el Estado como el sector productivo construyan conjuntamente una solución holística.
Mucho se ha hablado sobre cuánto nos cuesta la paz y la reconciliación. Como no se trata de revisar el pasado para no atormentarnos por lo que pudo ser, es necesario que se trabaje en equipo (sectores público y privado) en la construcción de un modelo de desarrollo económico en el que nuestros hijos y nietos no tengan que pagar por los desatinos semejantes a aquellos que se cometieron en otrora. Es que la factura que estamos pagando es muy alta, no sólo en materia de seguridad sino en materia de estabilidad jurídica y tributaria, donde el principal afectado por esos errores es tanto el aparato productivo (inversión nacional y extranjera) como los ciudadanos de a pie.
Tomando como base las cifras del global research del Bank of America Merrill Lynch, la paz puede alcanzar una cifra cercana a los US$19 billones, a la TRM de hoy, cerca de 55 billones de pesos, lo cual representaría casi el 4% del PIB. Más allá de cuánto nos cuesta la paz y la reconciliación, lo que realmente debería estar en el primer punto de la agenda del Gobierno es en cómo se logra sacar el mejor provecho a la paz. Claramente son más los beneficios que los costos. No obstante, no hay claridad de cómo se va a financiar este proceso. De hecho no se ha divulgado el plan de reconciliación y cómo éste se podría traducir en oportunidades de emprendimiento para que la reconciliación sea una oportunidad para incrementar la productividad y que no sea una carga más para el Estado, lo que se traduciría en un mayor déficit fiscal.
Para evitar la salida olímpica del cobro – a mí gusto inminente- de un impuesto a la paz, es necesario que desde ya se construya conjuntamente una agenda en la que tanto el Gobierno como el sector productivo establezcan y consensuen el mejor camino a tomar frente al financiamiento de este anhelado proceso. Si se toman en consideraciones tanto las necesidades del sector productivo en Colombia (nacional e inversionistas extranjeros) como las del Gobierno, seguramente se podrá consensuar una solución holística. De paso, el sentarse a construir conjuntamente coadyuvaría al Gobierno a demostrar su intención de apoyar al aparato productivo del país y que éste retome la confianza en el país y pueda seguir invirtiendo en la industrialización que tanto necesitamos para equilibrar el PIB, pues no se puede seguir dependiendo de los hidrocarburos.
Es que tanto los ciudadanos de a pie como los empresarios, no verían con buenos ojos un impuesto de paz. Ya bastante le ha costado los ciudadanos de a pie uno de los impuestos que ni beneficia al Gobierno ni a los ciudadanos: La inflación. A propósito de la inflación cada vez se vuelve incontrolable, hasta el punto de que el banco de la República, tomase la medida de subir las tasas de interés de intermediación a fin de frenar el consumo y de paso este temido impuesto. Por su parte, los empresarios que cada vez más lidian con los desafíos de una economía en desaceleración tienen que buscar alternativas de mercado en la arena internacional. Para ello, se deben apalancar de las políticas del Estado en materia de competitividad. Sin embargo, cuando se revisa qué tan competitivo son en la arena internacional, se evidencias fuertes brechas, muchas de ellas por la ausencia de una infraestructura de talla mundial y por otro lado por el costo tan elevado de las tarifas e impuestos en nuestro territorio. Es allí donde el Gobierno debería trabajar conjuntamente con los productores nacionales, finalmente es parte de su obligación pues cuanto más rentables sea el aparato productivo mejores dividendos recibe vía impuestos de renta.
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