martes, 10 de noviembre de 2015

¿Desarrollo económico? Construcción conjunta es la respuesta

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Cuando se discute sobre cuáles son las áreas en las que la economía colombiana debería enfocarse frente a una planeación estratégica, surgen muchos desafíos.

Para poder convertir esos desafíos en oportunidades y para cerrar las brechas en materia económica y social, es necesario que tanto el Estado como el sector productivo construyan conjuntamente una solución holística.

Mucho se ha hablado sobre cuánto nos cuesta la paz y la reconciliación. Como no se trata de revisar el pasado para no atormentarnos por lo que pudo ser, es necesario que se trabaje en equipo (sectores público y privado) en la construcción de un modelo de desarrollo económico en el que nuestros hijos y nietos no tengan que pagar por los desatinos semejantes a aquellos que se cometieron en otrora. Es que la factura que estamos pagando es muy alta, no sólo en materia de seguridad sino en materia de estabilidad jurídica y tributaria, donde el principal afectado por esos errores es tanto el aparato productivo (inversión nacional y extranjera) como los ciudadanos de a pie.

Tomando como base las cifras del global research del Bank of America Merrill Lynch, la paz puede alcanzar una cifra cercana a los US$19 billones, a la TRM de hoy, cerca de 55 billones de pesos, lo cual representaría casi el 4% del PIB. Más allá de cuánto nos cuesta la paz y la reconciliación, lo que realmente debería estar en el primer punto de la agenda del Gobierno es en cómo se logra sacar el mejor provecho a la paz. Claramente son más los beneficios que los costos. No obstante, no hay claridad de cómo se va a financiar este proceso. De hecho no se ha divulgado el plan de reconciliación y cómo éste se podría traducir en oportunidades de emprendimiento para que la reconciliación sea una oportunidad para incrementar la productividad y que no sea una carga más para el Estado, lo que se traduciría en un mayor déficit fiscal.

Para evitar la salida olímpica del cobro – a mí gusto inminente- de un impuesto a la paz, es necesario que desde ya se construya conjuntamente una agenda en la que tanto el Gobierno como el sector productivo establezcan y consensuen el mejor camino a tomar frente al financiamiento de este anhelado proceso. Si se toman en consideraciones tanto las necesidades del sector productivo en Colombia (nacional e inversionistas extranjeros) como las del Gobierno, seguramente se podrá consensuar una solución holística. De paso, el sentarse a construir conjuntamente coadyuvaría al Gobierno a demostrar su intención de apoyar al aparato productivo del país y que éste retome la confianza en el país y pueda seguir invirtiendo en la industrialización que tanto necesitamos para equilibrar el PIB, pues no se puede seguir dependiendo de los hidrocarburos.

Es que tanto los ciudadanos de a pie como los empresarios, no verían con buenos ojos un impuesto de paz. Ya bastante le ha costado los ciudadanos de a pie uno de los impuestos que ni beneficia al Gobierno ni a los ciudadanos: La inflación. A propósito de la inflación cada vez se vuelve incontrolable, hasta el punto de que el banco de la República, tomase la medida de subir las tasas de interés de intermediación a fin de frenar el consumo y de paso este temido impuesto. Por su parte, los empresarios que cada vez más lidian con los desafíos de una economía en desaceleración tienen que buscar alternativas de mercado en la arena internacional. Para ello, se deben apalancar de las políticas del Estado en materia de competitividad. Sin embargo, cuando se revisa qué tan competitivo son en la arena internacional, se evidencias fuertes brechas, muchas de ellas por la ausencia de una infraestructura de talla mundial y por otro lado por el costo tan elevado de las tarifas e impuestos en nuestro territorio. Es allí donde el Gobierno debería trabajar conjuntamente con los productores nacionales, finalmente es parte de su obligación pues cuanto más rentables sea el aparato productivo mejores dividendos recibe vía impuestos de renta.

martes, 3 de noviembre de 2015

La decisión del Banco de la República: un freno de emergencia para la inflación

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El pasado viernes sucedió lo que a juicio de muchos era inevitable. Luego de haber pospuesto, reiterativamente, el aumento de la tasa de interés de intervención, finalmente el Banco decidió incrementar en 50 puntos básicos la mencionada tasa.

Los argumentos del Banco, pueden calificarse como un freno de emergencia ante una inflación creciente, siendo esta última uno de los pilares de la política monetaria. Resultaba lógico que la inflación se trepase, pues la devaluación ha jugado en contra de la producción nacional ya que se ha trepado producto de los incrementos de los costos de materias primas importadas que a pesar de tener precios internacionales bajos, la devaluación le está pasado la factura. Esto ha llevado al Banco a subir sus expectativas de inflación a 4.1% para 2015 y 3,5% para 2016. Explicaciones al respecto tienen sentido por la fuerte dependencia de la economía colombiana de los bienes primarios. Es que cuanto más dependamos de los precios internacionales de las materias primas que exporta Colombia, más incertidumbre se le imprime a la economía, pues las variables exógenas que rodean a los precios internacionales, poco o nada son controlables.

Estamos al frente entonces de uno de los principales desafíos que tiene y que ha tenido el Estado colombiano en materia económica. Ha llegado el momento entonces de hacer una planeación estratégica en materia económica. Dicha planeación debe ser una iniciativa de Estado y no de Gobierno pues no se trata de planes de cuatrienios sino más allá de ello, es decir de planes de mediano y largo plazo, siendo el Cuatrienio el de corto. Esta planeación debe conducir a una reforma estructural en donde se incluyan, como mínimo, los siguientes hitos: 1. Educación. 2. Tributación. 3. Productividad.

La educación básica primaria, secundaria, técnica y profesional reclama un cambio estructural. Esta reforma debe tener como pilar la formación con cátedras de investigación y desarrollo, innovación y emprendimiento y la combinación de la academia y la práctica. Con un cambio estructural en este hito se podrá persuadir a las nuevas generaciones a buscar alternativas diferentes a las que depende de las materias primas o al menos en innovar para que éstas sean más competitivas en la arena internacional. Por otro lado, una educación que promueva la especialización y el desarrollo de aptitudes, podrá contribuir a la inclusión económica de emprendedores no formalizados.
En materia tributaria, no es nada halagüeño que el Estado se acostumbre a financiar su déficit fiscal con incrementos de tarifas o implementación de nuevos impuestos. Una tributación tan cambiante como la colombiana más que atraer a los inversionistas lo que contribuye es a que migren a otros territorios. Esto no sólo pasa con los inversionistas extranjeros sino también con los locales. Una tributación atractiva y menos agresiva con el aparato productivo colombiano, convertirá a nuestro territorio en terreno fértil para los inversionistas.

En materia de productividad, se deben promover alternativas para incrementarla. Para ello es necesario que se implementen y se financien laboratorios de innovación, investigación y desarrollo en los que se le suministre apoyo técnico, académico y económico a quienes trabajen en procura de negocios diferentes a los dependientes de las materias primas. Así pues, se podrá mejorar las ventajas comparativas de la producción nacional y por ende facilitará el posicionamiento de productos y servicios en mercados internacionales y de paso se sacaría mejor rédito a los tratados de libre comercio, donde uno de los más significativos es el de la Alianza del Pacífico.